Definir qué es una buena escuela ayudaría a identificar problemas y orientar soluciones que mejoren y democraticen la enseñanza.
Por: Silvina Gvirtz
Fuente: Doctora en Educación. Profesora de la Universidad de San Andrés
En nuestro país pueden reconocerse muy buenas escuelas. Sin embargo, resulta tan imposible como inútil detectar a la mejor. Por un lado no hay datos suficientes. Por el otro no hay criterios únicos ni homogéneos para distinguirla. Las tentativas de 'rankear' escuelas generan escalas de dudosa calidad y por ende resultan una pérdida de tiempo. Las instituciones educativas pueden ser muy buenas y al mismo tiempo bien diferentes entre si. Algunas proponen formación básica integral y otras ofrecen orientaciones específicas. ¿Cómo encasillarlas a todas en los mismos moldes para efectuar comparaciones? ¿Porqué hacer competir escuelas con énfasis diferentes pero con fortalezas equivalentes?
Al mismo tiempo, también, por diversos y complejos motivos, hay un número significativo de escuelas con dificultades. Muchas veces los estados provinciales no consiguen garantizar condiciones mínimas de funcionamiento, tales como infraestructura adecuada, provisión de libros y materiales didácticos. A la inversa, también hay instituciones cuyos edificios y recursos disponibles son suficientes y aún con ellos la institución no garantiza calidad en los aprendizajes.
El desafío consiste en desarrollar el concepto de buena escuela y definir una serie de indicios, señales o indicadores que permitan reconocerlas. Importa principalmente al Estado nacional y a las provincias, cuyo deber es velar por el cumplimiento de medidas cruciales para garantizar el derecho de todos los niños a una educación de calidad.
Una buena escuela es una institución que:
- Garantiza el principio democrático de pluralismo y no discriminación.
Refleja altísimos porcentajes de graduación y muy bajos porcentajes de repitencia y deserción. - Concentra sus esfuerzos en la tarea de enseñar y consideran estrategias variadas para lograr mejores aprendizajes.
- Reconoce que el saber tiene un valor en si mismo. La enseñanza y el aprendizaje no se justifican sólo por su potencialidad instrumental.
- Tiene un cuerpo directivo que consensúa metas y objetivos con los docentes y la comunidad educativa en su conjunto.
Las buenas escuelas son la base de un buen sistema educativo. Por ello, trabajar en la mejora de todas y cada una de ellas, comenzando por las que atienden a la población más vulnerable, no es otra cosa que trabajar en la construcción de un sistema justo, democrático y de calidad.
Un buen sistema educativo se mide por su rendimiento interno (bajas tasas de repitencia y deserción, altas tasas de graduación) y su rendimiento académico (experiencias y resultados del aprendizajes, medidos de diversas maneras). Políticas educativas cooperativas e inteligentes al servicio de cada una de las instituciones y los alumnos pueden contribuir a que todas las escuelas cumplan su función.
El logro de estos objetivos requiere de ciertas condiciones sine qua non: infraestructura adecuada, presupuesto suficiente -destinado a tanto a la provisión de recursos como a la garantía de salarios dignos- capacitación docente de calidad, canales de comunicación adecuados con las autoridades, reglas claras y, fundamental, un sistema de información que sea la base para el diseño de políticas de acompañamiento por parte de las provincias.
Este sistema no debería proponerse reconocer a 'la mejor escuela del país'. Todas las escuelas pueden ser buenas escuelas.