lunes, 21 de noviembre de 2011

Derechos del niño y Adolescente en la escuela

A raíz del triste caso "Tomás Dameno Santillán", cuyo desenlace es de público conocimiento, me gustaría compartir las Guías de Orientación difundidas en su momento por el entonces Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología (Educar) para actuar desde la escuela frente al problema de la violencia familiar.

Un docente puede detectar una situación de riesgo para el niño y actuar antes de que se desencadene un hecho cuyas consecuencias serán irreparables. Los chicos siempre expresan lo que les ocurre; sólo hay que conocer cuáles son las señales, y estar atentos.

Orientaciones para actuar Frente al problema de la violencia familiar existen distintos niveles de intervención que se pueden encarar desde la escuela. Algunos son de carácter general, tales como:

1. Estar actualizado con respecto a los Derechos del Niño y del Adolescente, las problemáticas de la violencia y el maltrato intrafamiliar y las formas no violentas de resolución de conflictos.

2. Trabajar estos temas como contenido en el aula.

3. Estar atento a las señales físicas o de conducta que nos pueden indicar que estamos frente a un problema de abuso o maltrato.

Otros, son más específicos. Se dan cuando creemos que nos encontramos ante un hecho concreto. Allí cabe, además, proseguir con los siguientes pasos:

1. Realizar intervenciones preliminares –entrevistas, observaciones, etc.– en las situaciones sospechadas, para evaluar la índole del problema.

2. De ser necesario, derivar y/o denunciar a los organismos pertinentes.

3. Brindar la contención necesaria al niño o al adolescente damnificado directo y a los compañeros, durante el período que sea necesario, contando con el apoyo y la orientación del Equipo Técnico.

4. Ofrecer modelos alternativos: Recordemos que el estilo de vínculo que se establece entre el docente y el alumno transmite en sí mismo una enseñanza.

Por tal motivo, y en estos casos en especial, es crucial que su estrategia de intervención constituya una oportunidad para que el alumno perciba que existen modos de solución a los problemas que se gestionan sin agredir ni desconocer sus derechos. Esos ejemplos lo ayudarán a afrontar situaciones adversas sin apelar a las respuestas violentas como única opción.

Los niños víctimas de esta problemática, pueden llamarnos la atención de diversas formas:

• Mostrando cambios en su comportamiento.
• Presentando lesiones.
• Diciéndolo a otra persona (amigo, compañero, etc.).
• Contándolo directamente al docente (es menos frecuente).

Para identificar la existencia de maltrato sugerimos tener en cuenta dos acciones básicas: observar e informarse.

Informarse
sobre el entorno familiar y social, recabar y compartir información con los docentes anteriores –si se tiene contacto – y con los actuales.

Observar al alumno en diferentes momentos y situaciones (la clase, el recreo, etc.) atendiendo a su aspecto externo, las relaciones con sus pares, con otros adultos, la asistencia al colegio, los contactos con la familia…

Identificación de casos de maltrato infantil Siempre conviene tener mucho cuidado de no estigmatizar al alumno ni a su familia y mantener una actitud comprensiva hacia el sufrimiento del niño y su grupo familiar, sin que esto implique avalar el maltrato.

En caso de maltrato, algunos de los indicadores que pueden presentarse son:

A nivel físico: magulladuras reiteradas, contusiones, mordeduras, lastimaduras, quemaduras, escoriaciones en la vagina o el ano, entre otros. En general, cuando alguno de ellos es percibido, se presentan explicaciones difusas e improbables sobre su origen.

A nivel de la conducta: cambios significativos, relaciones hostiles y distantes, actitud hipervigilante (estar en alerta todo el tiempo), agresividad, conducta sexual explícita, comportamiento seductor exagerado, conductas retraídas o pasivas, excesiva timidez. Conductas antisociales: fugas, vandalismo, pequeños hurtos. Huidas reiteradas del hogar. Intentos de suicidio y sintomatología depresiva.

Señales que se ven en la vida cotidiana escolar:• Ausencias reiteradas sin motivo o con excusas.
• Poco interés o motivación por la tarea.
• Hiperexigencia en el cumplimiento.
• Pocos amigos.
• Temor exagerado ante las comunicaciones eventuales de los docentes hacia los padres.
• Negativas a cambiarse de ropa ante las diferentes actividades (por ejemplo, en la hora de Educación Física).
• Uso de ropa de mangas largas aún en épocas de elevada temperatura.
• Retraso en el desarrollo físico, emocional o intelectual.
• Falta de cuidados médicos básicos.

Identificado el problema, 10 cuestiones a tener en cuenta
Recordemos que…
Nuestra capacidad de ayuda depende de una buena observación.

Un ambiente de diálogo y confianza facilita la formulación del pedido de ayuda por parte de los niños. Los indicadores son pistas que pueden ayudar a comprender lo que le pasa al alumno. No solamente son señales físicas, también pueden ser conductas o sentimientos. Un solo indicador o varios, por sí mismos, no son signo de maltrato, pero pueden ponernos en alerta. Es importante no estigmatizar.

Sugerimos considerar los siguientes puntos:


1. Registrar para uno mismo los sentimientos que nos despierta este conocimiento. En general produce estupor, indignación o rechazo (especialmente las situaciones de abuso sexual). Es preciso darnos tiempo para sobreponernos y no actuar impulsivamente, lo cual nos permitirá proteger mejor al alumno.
2. Pensar si necesitamos apoyo y, en tal caso, pedirla. Difícilmente podamos proteger a otro si no permitimos que nos ayuden. Posiblemente exista una red de recursos a nuestro alcance.
3. Tener en cuenta que no se pretende juzgar, sino ayudar al niño y a su familia que tienen una situación problemática de la que rara vez pueden salir solos.
4. Recordar que es nuestra responsabilidad asumir un rol en la protección de los niños, estando obligados no sólo por razones éticas y sociales, sino también legales.
5. Saber que es el alumno quien elige a las personas para contar su problema.
6. Preguntarle al alumno, en caso de querer contarlo, si quiere que esté algún adulto (aparte de nosotros) durante la entrevista y escuchar con atención lo que nos cuenta; rara vez mienten sobre estos temas.
7. Intentar tranquilizarlo, transmitiéndole la idea de que no es culpable de lo ocurrido y que es bueno para él y para todos, contar las cosas que le pasan.
8. Tratar de escribir lo que nos haya dicho, inmediatamente después de concluida la conversación con el niño, para evitar que se tergiverse el relato.
9. Brindar tranquilidad al alumno, explicándole que la información se utilizará para protegerlo, con discreción y prudencia.
10. Explicarle claramente los pasos que se seguirán, dialogando sobre las dificultades que podrían presentarse.

Fuente: Ayuntamiento de Castilla y León (adaptación)

Algunas cuestiones a tener en cuenta para no agravar el problema

Con respecto a la privacidad: Tenga en cuenta que para el niño o joven, relatar lo sucedido suele ser un hecho doloroso. Trate entonces de no hacerle repetir el relato frente a distintas personas (director, supervisor, etc.).

Acerca de los cuidados necesarios: Si bien es importante no minimizar lo sucedido, se debe tener cuidado de no agudizar o magnificar la gravedad de la situación, sobre todo en presencia del niño o joven, para evitar un mayor nivel de angustia.

Si va a realizar una entrevista: Recuerde hacerlo en un lugar privado, neutro, lo más tranquilo posible. Intente que sea lo más libre de interrupciones o elementos que lo distraigan.

Trate de sentarse cerca del niño, no interponga barreras físicas (por ej. escritorios) entre ambos.

Trate de utilizar un lenguaje simple y claro.

Con respecto a los efectos de la entrevista: Existe la posibilidad de que aparezcan recriminaciones y amenazas por parte del agresor frente al niño, por haber hecho pública la situación. Evalúe adecuadamente los pasos a seguir, ya que muchas familias tienden a “cerrarse” al percibir que los hechos han sido denunciados. Es importante, una vez que se siguieron los pasos correspondientes a la denuncia, realizar una tarea de contención.

El problema no se soluciona por una sola intervención: es necesario que la escuela acompañe el proceso posterior, tanto del alumno víctima de maltrato, como de sus compañeros (estos pueden sentirse movilizados por el conocimiento del tema). No es necesario que todos (alumnos, docentes y no docentes) estén al tanto de los detalles de la situación, ya que hay aspectos que son privativos de la intimidad del alumno afectado. Un criterio básico es el de tomar siempre en cuenta el “interés superior” del niño o joven para pensar las acciones a emprender. Sugerimos no eludir el tema, pero tener en cuenta que hablar claramente de las situaciones de maltrato, no significa responder todas las preguntas que pudiera hacer el grupo de compañeros. Es importante conservar el equilibrio entre la información que se provee a los alumnos y el respeto por la intimidad del niño o joven afectado.

Se puede explicitar que determinados aspectos no se van a contar (previa consulta con el alumno sobre lo que quiere que se diga y lo que no).

Sería importante que los adultos que están en contacto con el estudiante maltratado tengan información adecuada y sepan cómo se debe actuar.

La escuela debe actuar frente al maltrato infantil pero no puede hacerlo sola. Las articulaciones con otros organismos gubernamentales y no gubernamentales deben fortalecerse para abordar estas problemáticas. Las instituciones de Salud y Justicia son aliadas imprescindibles a la hora de pensar soluciones integrales.

Recordar la necesidad de actuar en red

Presentaron informe sobre el impacto educativo de Conectar Igualdad

15/11/2011 | El informe fue realizado por 11 universidades públicas a través de 4000 entrevistas realizadas en todo el país a padres, alumnos y docentes beneficiarios del Programa. “Entregar 1.800.000 netbooks permitió ubicar al país en el tercer lugar en el mundo en inversión en tecnología" destacó Bossio

Bossio y Sileoni
PortalBA-. El titular de ANSES, Diego Bossio, y el ministro de Educación, Alberto Sileoni, presentaron, en el palacio Pizzurno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, los resultados de un estudio sobre el impacto educativo del programa Conectar Igualdad. La investigación consistió en 350 entrevistas en profundidad y más de 3000 encuestas que demuestran que la valoración positiva y alto grado de aceptación del Programa es compartida por toda la comunidad educativa.

En la presentación, Bossio destacó: “Entregar 1.800.000 netbooks permitió ubicar al país en el tercer lugar en el mundo en inversión en tecnología. Hoy estamos en una Argentina que sabe hacia dónde camina, que apuesta al trabajo argentino y a la inclusión digital”.

Además de abordar la relación que los jóvenes establecieron con las netbooks, el estudio revela los cambios producidos en las prácticas docentes en las escuelas y cómo es la recepción de las computadoras en los hogares.

En este sentido, el titular de ANSES enfatizó que “Conectar Igualdad es una muestra más de que la Argentina tiene un Estado presente, que piensa, debate e implementa las ideas de manera eficiente. Por eso, cuando llega una netbook a la Argentina profunda, a los lugares más inhóspitos, el derecho de la inclusión digital llega a más argentinos”.

Por su parte, Sileoni afirmó que el estudio demuestra que “el 85% de adultos y el 80% de jóvenes consultados afirman que esta política ha mejorado la escuela pública”.

El informe da cuenta que el Programa está implicando una transformación profunda y que se percibe como una medida fundacional de una nueva escuela. Al ser de alcance universal, marca una diferencia cualitativa en términos de igualdad y despierta la conciencia del derecho a la educación secundaria, al conocimiento y al uso de tecnologías.

Además, los distintos actores entrevistados perciben que se está satisfaciendo una demanda que está por encima de aquello que alumnos y docentes esperaban recibir de la escuela pública.

La mayoría de los directivos y docentes coinciden en que la presencia de Conectar Igualdad ha mejorado el clima escolar, evidenciando una mayor motivación de los estudiantes que modifica la dinámica de la convivencia. Un alto porcentaje de los actores reconoce y valora la apropiación realizada por parte de los alumnos y sus efectos en su propia autoestima.

Por otra parte, la comunidad educativa identifica el acceso a la tecnología con el acceso a la información, lo cual resulta un fuerte igualador de oportunidades. Además, los entrevistados destacan la contribución a la mejora de la alianza entre familia y escuela.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Sumando actores para el bien común

Probation que brinda asistencia alimentaria a escuelas rurales.

El Programa de Ayuda a la Comunidad Escolar Rural (PACER) de UATRE y de OSPRERA trabaja desde hace más de 6 años para mejorar la educación de los niños y jóvenes que habitan las comunidades rurales.

Nuestro objetivo concreto y mensurable consiste en lograr que los niños y jóvenes rurales tengan oportunidad de estudiar en igualdad de condiciones que los alumnos de la ciudad, promoviendo el presentismo escolar, la terminalidad primaria, y la continuidad de los estudios secundarios y de grado de los alumnos rurales.

Este gran aporte a la comunidad educativa rural se está logrando gracias a las donaciones de individuos, empresas y otras entidades. Recientemente, se sumó un importante actor para lograr este objetivo: diversos Magistrados del Poder Judicial de la Nación han establecido, en distintas causas tramitadas ante Tribunales en lo Penal Económico, que como probation (suspensión del juicio a prueba) los imputados donen mensualmente cierta cantidad de alimentos a las escuelas rurales.

 Para la gran mayoría de estos niños y adolescentes, la comida que reciben en la escuela es el único alimento del día. Una nutrición adecuada es esencial para el buen desarrollo físico, psíquico y emocional, de modo que su contribución favorecerá la salud de toda una población.

Las escuelas rurales son el estandarte de la educación en el campo, y mantienen vivo el espíritu del ser argentino aún en los lugares más recónditos. Pero la tarea docente se ve obstaculizada tanto por las dificultades geográficas como por la falta de recursos. Mediante donaciones como la que hemos podido concretar, estamos poniendo un ladrillo más para apuntalar a la educación de los argentinos.

Que ahora Magistrados del Poder Judicial de la Nación se sumen a nuestro Programa, coordinado por la Dra. Bibiana Mónica Ruibal, no deja de ser un orgullo y un reconocimiento a nuestra tarea. ¡Gracias, señores jueces!

Dra. Bibiana Mónica Ruibal.

martes, 1 de noviembre de 2011

Argentina Rural

"La educación rural es la modalidad del sistema educativo de los niveles de educación nacional, primaria y secundaria, destinada a garantizar el cumplimiento de la escolaridad obligatoria a través de formas adecuadas a las necesidades y particularidades de la población que habita en zonas rurales" (artículo N° 49 de la ley de educación nacional).

Según el informe de Relevamiento Anual 2008 de la Dirección Nacional de Información y Evaluación de la Calidad Educativa (Diniece), en la Argentina existen 20.126 escuelas rurales (en poblaciones de menos de 2000 habitantes o en campo abierto) de educación común y de niveles inicial, primario y medio. A continuación detallamos la cantidad de colegios por provincia:

  Buenos Aires: 2583  
  Córdoba: 1891  
  Entre Ríos: 1637  
  Santiago del Estero: 1608  
  Salta: 1463  
  Santa Fe: 1302  
  Corrientes: 1214  
  Tucumán: 1154  
  Mendoza: 1066  
  Misiones: 1024  
  Chaco: 1004  
  Catamarca: 713  
  La Rioja: 655  
  Jujuy: 512  
  Formosa: 474  
  San Juan: 457  
  San Luis: 355  
  Neuquén: 293  
  La Pampa: 227  
  Chubut: 217  
  Río Negro: 209  
  Santa Cruz: 55  
  Tierra del Fuego: 13  
Más datos: http://www.mapaeducativo.edu.ar/ http://diniece.me.gov.ar/.

Todo por enseñar

La Nacion recorrió tres escuelas cercanas a la localidad de Taco Pozo, en el noroeste del Chaco, donde la docencia es pura vocación.Testimonios de maestros que viven y trabajan por los chicos, las 24 horas del día

Por Fabiana Scherer - LA NACION - Domingo 11 de septiembre de 2011 Publicado en edición impresa

Guardapolvo Blanco. Wilfredo enseña en la escuela del
paraje Pozo Hondo, en Chaco. Carlos (de 8 años) es uno de
sus dieciocho alumnos. |Foto: LA NACION / Martín Lucesole
 El cuerpo de Wilfredo está echado en una silla que apenas alcanza abrazarlo. Simula estar sentado. Tiene los brazos cruzados y la mirada puesta en un horizonte no muy lejano. La nube de vapor que se desprende del mate desdibuja aquel horizonte. Wilfredo sonríe y agradece con la mirada el mate que Gladys le acerca. Chicos y chicas, todos de blanco caminan cerca del mástil que parece pelado y que se alza en medio de un patio de tierra. Otros apoyan sus bicicletas sobre el ancho tronco del algarrobo. Wilfredo da una nueva chupada al mate y, como un boxeador a punto de coronarse, se incorpora y coloca sobre su cuerpo el guardapolvo blanco. "Es hora", dice. Y en su andar seguro hace sonar la campana, esa capaz de anular los quejidos de los pavos, ensordecer el canto del gallo y convocar a esos chicos y chicas vestidos de blanco. Se ordenan de menor a mayor, en filas diferentes. Por un lado, ellas, con sus cabellos recogidos en una sola cola; por el otro, ellos, con la raya al costado bien marcadita, como recién peinada. Toman distancia y sobre un giro a la derecha se ponen de frente al mástil. Dos son los encargados de izar la bandera celeste y blanca que busca encontrar la cima con cada estrofa de Aurora.

La campana vuelve a sonar. Es hora de desayunar. Todos van en busca de su taza y se colocan en su lugar. Gladys sirve el mate cocido y el pan que ella misma preparó. Luego de unas palabras de agradecimiento a Dios por el alimento recibido, comparten la ceremonia del desayuno, que culmina con la limpieza del lugar y el lavado personal de cada taza de plástico.


Quince minutos pasaron de las 8. Tiempo de tocar la campana para dar inicio a una nueva jornada en la escuela Nº 209 del Paraje Pozo Hondo, la más antigua de la zona, a 34 kilómetros de Taco Pozo, última población chaqueña, que limita con Salta y Santiago del Estero. Su nombre proviene de la voz quechua Tacko pozo (algo así como pozo del algarrobo), y es una localidad situada 466 kilómetros al noroeste de Resistencia, que sobrevive de la explotación forestal, la agricultura (destinada exclusivamente a la soja) y la ganadería.

Rojas, uno de los policías de Taco Pozo, nos ayuda a llegar a las tres escuelas que forman parte de esta nota. Está contento por la nueva camioneta que adquirió el destacamento. Conoce cada atajo del difícil camino que año tras año sufre la desertificación que castiga al monte chaqueño, de clima árido subtropical. "Un zorrito -dice y con el índice señala al pícaro bicho-. Seguro estuvo haciendo de las suyas por los gallineros." El buen tiempo acompaña el recorrido por la picada 8, una de esas rutas que se surcan en la tierra de tanto andar, hasta que Rojas da un giro para tomar un camino vecinal que lleva directo a la 209, tal como le dicen a la escuela que tiene como único maestro a Erlindo Wilfredo Campos.

Veintitrés años llevan casados Gladys Quinteros (49) y Wilfredo (49). "Siempre me acompañó a todos lados", dice él. Ella baja la vista y sin hablar agradece el cumplido. "Es una gran compañera." Esta vez, los ojos de Gladys pecan de vergüenza.

Fue en Taco Pozo que Wilfredo se inició como docente y, como a tantos otros maestros de la zona, la vocación no fue la razón que lo empujó a las aulas. "La única carrera que nos era de fácil acceso era la docencia -reconoce-. Es cierto que no fue por vocación, pero cuando empecé a ejercer, a tener esta vida, sentí como si mi vocación hubiera estado dormida; sólo necesitaba despertarla."

Esa misma sensación es la que comparten Mauro Risso Patrón (39) y Alberto Salvatierra (55). El primero soñaba con ser profesor de educación física; el otro, enfermero. Hoy trabajan en dos escuelas rurales. Mauro lo hace junto a Rolando Albornoz (39) en la 816 del Paraje Primavera (a 130 kilómetros de Taco Pozo) y Alberto, al lado de su hermana Lidia (52), en la Nº 845, en el Paraje El Rosillo (a 50 kilómetros de la ciudad).

"Es que si no sentís un amor hacia esta profesión, es difícil que lo hagas", reflexiona Rolando, un hombre que desde chico sabe bien del caso. Su mamá fue maestra rural y él era uno de los tantos niños que corría por el monte. "Conozco todas las picardías", confiesa ante la atenta mirada de Mauro, que alguna vez fue su compañero de secundario y con el que hoy comparte la vida en la escuela. "Por suerte nos llevamos bien, gracias a Dios, porque no es fácil convivir en un lugar tan chico", aclara Mauro, que luce como engominado -en verdad, se peina con crema enjuague y le lleva su tiempo, pero si lo hiciera con el clásico gel atraería toda la tierra y las hojas de la zona-. El cuarto que comparten sirve de dormitorio y de depósito de mercadería, todo separado por un biombo y alguna cortina improvisada.

Hubo un tiempo en que la vida de Wilfredo y Gladys transcurría por entero entre las paredes de la escuela. "Nuestros hijos vivían con nosotros y estudiaban acá. La más grande iba a primer grado". Son cinco los hijos que tiene el matrimonio. El mayor ahora tiene 28 años, está casado y vive en Buenos Aires. Le sigue una de 23, también casada; otras dos de 19 y 18, y un nene de 13, que viven y estudian en Taco Pozo. "Por eso los viernes nos vamos para allá", dice Gladys.

Como una peregrinación y si el tiempo lo permite, el camino a Taco Pozo se colma los viernes de maestros que buscan reencontrarse con los suyos. Se mueven en camionetas, motos y bicicletas. "Es importante llegar no sólo por nuestras familias, aunque nos ha pasado de tener que quedarnos por las complicaciones climáticas", reconoce Mauro, que a bordo de su moto tarda un poco más de dos horas si el camino de tierra está en óptimas condiciones. "Mi mujer me pide que me cuide, me tortura con que vaya despacio porque ya tuve un accidente -cuenta Mauro, padre de una nena de 2 años y un nene de 6-. Fue con la camioneta. Me metí en un arenal y terminé contra un árbol, todavía tengo algunas marcas (muestra cicatrices en su brazo y otras en su cara)." Su mujer no sólo le pide que se cuide en el camino. "Muchas veces me reclama que no tengo tiempo para ellos -dice con pesar-, porque cuando estoy en Taco Pozo me la paso haciendo cosas relacionadas con la escuela, la búsqueda de la mercadería, algún que otro trámite."

Apenas llegados a la ciudad, estos hombres y mujeres de blanco se encargan de hacer los pedidos de alimentos que llevarán a las escuelas la siguiente semana (los conservan en freezer a gas) así como cualquier trámite que muchas de las familias de los parajes necesitan. "Los lunes al mediodía ya estamos de vuelta -aclara Gladys- y esperamos a los chicos con el almuerzo."

La vieja estructura de la escuela Nº 209 sirve de cocina, comedor, biblioteca y dormitorio para los nueve chicos que están albergados. "Esta es nuestra segunda casa. Tenemos gallinas, pavos, perros. Los fines de semana lo dejamos todo acá, pero los lunes estamos desesperados por llegar para reencontrarnos con nuestras cosas - confiesa Wilfredo-. Tratamos de tener un ambiente bueno, cómodo a pesar de las carencias. Nos privamos de muchas cosas." Ellos saben que su escuela, a diferencia de muchas otras de la zona, goza de mejores condiciones, como la de contar con un aula, separada del viejo edificio, que acoge a los 18 alumnos y una habitación que les permite contar con una cama matrimonial y un baño personal. "En medio del monte esto parece un lujo", comenta con cierta ironía Wilfredo. Y la ironía no es equívoca, sólo basta con comparar con la escuela de los hermanos Salvatierra y la de Mauro y Rolando, cuyas necesidades son aún mayores.

"Tenemos una sola aula que usamos los dos -cuenta y muestra Rolando-. Separamos a los dos grupos con un pequeño placard que nos dieron del Ministerio." En el momento de dar clases tanto Mauro como Rolando intentan controlar el tono de sus voces. "Nos pasa muchas veces que los chicos están más atentos a lo que ocurre del otro lado", cuenta Mauro, que trabaja con el primer ciclo (primero, segundo y tercer grado). "Es bastante incómodo -reconoce Rolando a cargo de los cuatro grados restantes-, de esta manera es más fácil que se distraigan."

En la de los Salvatierra el primer ciclo se dicta en el salón; en cambio, el segundo se da en la galería "No es nada fácil -explica Lidia-. El frío en invierno se hace sentir y en el verano las temperaturas son altísimas (llegan a los 48ºC), por eso a veces preferimos dar las clases debajo del algarrobo. Llevamos las sillas y los bancos hasta ahí. Ni te cuento lo que ocurre con la llegada del viento norte. Volamos. La tierra y las hojas hacen que sea imposible dar clases. Nos falta un salón."

DORMIR EN LA ESCUELA

Antes de que amanezca Mauro ya está al pie de la cama, al igual que el gallo que se prepara para dar su primer cacareo. Prepara el fuego y pone la pava con agua para disponer de algo caliente para tomar. Espanta a uno que otro chivo que se mete en el patio, toma la escoba y comienza a barrer para tener todo listo antes de la llegada de los chicos. Al ratito, una de las mamás (se turnan) se encarga de hacer el mate cocido para que desayunen los nenes y las nenas que poco a poco comienzan a llegar. Los primeros en llegar son los albergados que duermen en camas dispuestas en casas de vecinos, ya que el colegio de Mauro y Rolando no cuenta con un espacio para hospedarlos. "Tenemos las camitas, los colchones -se entusiasma Rolando y muestra las camas que hoy sirven de biblioteca en el aula-. Nos prometieron que para fines de este año íbamos a contar con una habitación para los alumnos que necesitan quedarse."

Roxana, Franco y Darío son algunos de los chicos albergados en la escuela de Wilfredo, y como en toda casa se mantienen ciertas reglas. Sin importar el frío, el calor ni el viento norte, a las 7 salen de las camas marineras. Por un lado están los nenes y del otro lado de la cortina, las nenas. "Nos levantamos, nos vestimos, organizamos las camas, barremos la galería, el aula -enumera Roxana García (11), la hermana de Franco, que anhela con armar las valijas alguna vez y salir a conocer diferentes ciudades, no importa cuáles, sólo que sean diferentes unas de otras-. Después de todo eso, nos ponemos el guardapolvo y hacemos la fila para saludar a la Bandera."

Si hay algo que a Wilfredo y a Gladys les importa mucho, es que los chicos se lleven bien. "Somos como una gran familia, con nuestros días buenos y malos -asegura el maestro-, pero por sobre todo nos cuidamos unos a otros. Son muchos los papás que nos piden que tengamos a sus hijos aquí, porque saben que siempre van a tener la comida caliente, un espacio donde dormir, donde jugar. Pero no podemos." En la actualidad, Wilfredo y Gladys tienen a 9 chicos con los que comparten la semana más allá de la hora de clases. "Es como volver a tener hijos", dice ella y no se equivoca, ya que deben encargarse de cuidarlos, de darles de comer, de la higiene, de la vestimenta, de ofrecerles alguna actividad extra, como el trabajo en la huerta o el tejido.

Samuel tiene 11 años y es uno de los que duermen en la escuela del paraje El Rosillo. Los alumnos comparten el mismo cuarto que los maestros. Los nenes, con Alberto; las nenas, con Lidia. "El maestro ronca", dice Samuel con la aprobación de Juan (8), su compañerito, y ante tal confesión se anima a ir en busca de dos fundas para almohadones que él tejió al crochet. Admirable. "Les enseña la mamá de un alumno -cuenta Lidia, que en diciembre se jubilará-. Nuestra intención es integrar a los padres con la escuela, que sientan que éste es un lugar que les pertenece."

El agua hierve una y otra vez en la gran olla que Gladys llena con verduras recién cortadas de la huerta. "El agua tiene arsénico -dice Gladys-. Van a venir del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) a explicarnos cómo limpiarla."

El sonido ambiente, ese que tiene a los pavos como protagonistas absolutos con sus eternas peleas, es interrumpido por las voces de chicos y chicas que van corriendo hasta la canchita de fútbol. La pelota ya está en el campo de juego y acá no importa el sexo, todos corren en busca de la gloria en los 20, 30 minutos que dura el recreo.

Antonella (12) está sentada como espectadora. Le gusta jugar, pero hoy no tuvo ganas. Todos los días por la mañana la acompaña en bicicleta su mamá. Sueña con ser maestra y trabajar en una escuela como ésta. Está en quinto grado y sabe que en poco tiempo se trasladará con su mamá a Taco Pozo para cursar el séptimo grado y más tarde, el secundario. "Uno de los grandes déficits de la escuela rural es el de no poder asegurar la continuidad del estudio en el secundario -reflexiona Wilfredo-, la mayoría de los chicos se queda sólo con el séptimo grado. Intento concientizar a sus padres de la importancia, pero más allá de las ganas, se necesita tejer una red." Por lo general, los chicos son introvertidos. Mauro reconoce: "Hoy la comunicación sigue siendo uno de los mayores desafíos; les cuesta muchísimo adaptarse a otros lugares". A la hora de tejer redes, Lidia cuenta que en Taco Pozo familiares de distintos maestros suelen recibir a alumnos para que puedan iniciar el séptimo grado y luego seguir. "Es una gran apuesta", se sincera Wilfredo.

El almuerzo ya está listo. Es hora de compartir la mesa. A las 12.30, los chicos que sólo concurren a clase están listos para marcharse. El otro grupo, sólo se quita el guardapolvo y vuelve al patio del colegio para jugar unos minutos, porque a las 13 comienza la radionovela que tiene al monte en jaque: Nazario Pereyra, el salvaje. Alrededor de la radio portátil, y como detenidos en el tiempo, nos dejamos seducir por este héroe que lucha por conseguir el amor de su amada y conocer su pasado.

"Espero algún día escuchar sobre mí lo mismo que decían de mi madre -cuenta emocionado Rolando-, gracias a fulana me eduqué. Gracias a ese maestro, hoy soy lo que soy. Eso me llena de esperanzas."

CAPACITAR PARA CRECER

Entre los tantos programas en los que trabajan la Fundación Bunge y Born y la Fundación Navarro Viola se destaca el dispositivo de capacitación que desde este año se implementa en la localidad de Taco Pozo, en Chaco. "Uno de los cambios más profundos fue la manera de acercarnos a los docentes -destaca Constanza Ortiz, gerente de Proyectos de la Fundación Bunge y Born-. Lo que nos propusimos es que los temas relacionados con la capacitación lleguen efectivamente al aula. Nos pasó en otras experiencias que muchos maestros nos dijeran: es divino, todo muy lindo, pero mis chicos no pueden con esto."

Con objeto de focalizar en la enseñanza en el área de lengua, en especial en la alfabetización inicial (porque es prerrequisito del desarrollo posterior de la lectura y la escritura y su alcance en tiempo y forma, predictor de éxito escolar), promoción de la lectura y didáctica de la lengua, se armó este programa de capacitación que se desarrollará durante dos años en nueve escuelas seleccionadas por el Ministerio de Educación, en la región de Taco Pozo.

Una vez por mes el equipo, que cuenta con la coordinación operativa de Cecilia Martínez, se acerca a los colegios con los capacitadores para trabajar en las aulas, con los maestros y los chicos. "La realidad de cada escuela nos compromete a modificar y a repensar cada parte del programa -destaca Ortiz-. La experiencia es muy interesante y permite un verdadero ida y vuelta."

No es la primera vez que la Fundación Bunge y Born trabaja con los colegios rurales. Desde hace más de 35 años colabora con el envío de material escolar y desde 2007 hace foco en la capacitación de los docentes con la finalidad de colaborar con la mejora de la calidad de la oferta educativa de las escuelas rurales, brindando a sus maestros la posibilidad de actualizar contenidos y adquirir herramientas que les permitan enriquecer el proceso de aprendizaje de sus alumnos.

Mayor información:

http://www.fundacionbyb.org/  -  http://www.fnv.org.ar/