La escuela rural subsiste a pleno pulmón y gracias al ahínco de docentes abnegados, de alumnos que se esfuerzan, de personas y entidades que colaboran con las instituciones. Pero para que los chicos reciban la educación que necesitan, hace falta algo más, irreemplazable: el acompañamiento y la colaboración de sus padres.
Tras varios años de trabajar a lo largo y a lo ancho del país recorriendo escuelas rurales, atendiendo sus necesidades básicas y escuchando la opinión de docentes, padres y alumnos, puedo afirmar que el rol de la familia es fundamental. Si bien la educación rural depende de factores económicos, políticos y sociales, he percibido que muchas personas esperan que sea la escuela la que produzca la transformación social y el desarrollo local esperado.
Quienes estamos en forma permanente con las escuelas rurales y compartimos momentos con las familias y docentes afirmamos que las zonas rurales son pobres y que es un fenómeno propio de la condición rural. Una vez que se acepta esta situación, podemos comenzar a construir con los recursos disponibles, entre los cuales se destaca la presencia de los padres. Ya sea a través de una cooperadora escolar, de asociaciones de padres o del permanente intercambio con el docente, su participación es la que permite que esas escuelitas puedan salir adelante, y que la escolarización se convierta en educación.
Un ejemplo de esta interrelación entre la escuela y la familia lo vivimos el pasado 9 de julio, cuando visitamos la Escuela Nº 52 “El Grito Sagrado” de Paraje Estaquita, Distrito Feliciano de Entre Ríos. Allí, la directora Graciela Gallardo nos recibió con gran cariño, aunque le hubiera gustado contar con la presencia de sus 11 alumnos, que no pudieron asistir por el Feriado Escolar Sanitario decretado por el Gobierno Nacional a raíz de la pandemia de gripe A H1N1.
Llevamos cajas con donaciones de útiles escolares entregados por FUNDATRE, utensilios de cocina y alimentos para armar el comedor escolar, juguetes (adelantándonos al “Día del Niño”), ropa y calzado, libros de cuentos y textos escolares.
La directora nos describió con exactitud cómo viven allí todos en la comunidad. Todos los días viaja a dedo desde su casa de La Paz a la escuela; es la única persona que trabaja en esta escuela. Le encantaría contar con docentes de disciplinas como educación física, cultural musical y plástica, entre otras, pero por el momento esto no es posible. Tras mucho insistir, logró que la escuela tenga una cocinera, que depende del Programa Plan Jefes y Jefas del Gobierno Nacional, que será quien se ocupará de hacer la merienda y el almuerzo a los niños. Al comentarnos su anhelo de una huerta escolar, ya que dispone de un importante predio muy amplio y de tierra fértil, le prometimos hacer los contactos con ProHuerta INTA para concretar este proyecto.
Pese a las limitaciones de esta escuela, esta docente está muy agradecida, ya que se siente muy acompañada por los padres de los alumnos y por el Delegado Comunal de Paraje Estaquita, quien es también padre de alumnos de la escuela. La Directora nos contó que no necesita mandarles notas a los padres, ya que el contacto diario le permite comunicarles todas las cosas que les pasa a sus hijos. También nos contó que, a diferencia del característico silencio o ‘poco hablar’ que caracteriza al hombre y a la mujer de campo, tanto padre y madre hablan y participan en las reuniones de padres.
La directora nos agradeció infinitamente la visita y las donaciones que reunimos por obra de los particulares e instituciones que en forma permanente y desinteresada colaboran con el Programa de Ayuda a la Comunidad Escolar Rural (PACER).
Por último, afirmó que es muy gratificante trabajar en esta escuela, porque los pobladores rurales le brindan tiempo y dedicación. Junto con la Delegación Comunal, el Dispensario y el Destacamento Policial de
la Provincia de Entre Ríos, todos están dispuestos a trabajar en pos del desarrollo, de la riqueza y de la transformación social de esta comunidad rural. Un ejemplo que muchos pueblos podrían adoptar.