Luego de recorrer más de 1000 kilómetros desde Capital Federal llegamos a la Escuela Albergue Nº 313 “Lapachito” en Paraje San Horacio, Gobernador Virasoro, Provincia de Corrientes. La misma está emplazada a la vera de un camino rural de relieve ondulado e intensamente rojo y una vegetación exuberante. El paraje queda a unos 20 kilómetros de Apóstoles, Misiones, y a unos 80 de Gobernador Virasoro, Primer Polo Forestal, Yerbatero, Tealero e Industrial de la Provincia de Corrientes (21% de la producción forestal, 50% del té y 60% de la yerba mate del total de la Provincia). Actualmente cuenta aproximadamente con 40.000 habitantes y es una de las ciudades más prósperas de la tierra del Taraguí.
Sin embargo, nada de prosperidad se respira en la Escuela Albergue, verdadero hogar para los 20 alumnos que todos los lunes llegan a la escuela gracias a un remise que los pasa a buscar por sus casas. El remisero, acompañado por el portero de la escuela, se encarga de trasportar a los chicos prácticamente con lo puesto, dado que en muy raras ocasiones llevan ropa para toda la semana. Los chicos se alojan en la escuela hasta los viernes, cuando regresan a sus casas nuevamente acompañados por el portero.
Algunos niños no se alojan en la escuela, como en el caso de una chiquita de tan sólo 5 años que todos los días recorre en su bicicleta 7 kilómetros de ida y otros 7 de vuelta para asistir a la escuela, algunas veces acompañada por su madre.
La Directora y Maestra es Susana, una docente oriunda de Corrientes que ejerce el cargo hace un año y vive con su hijo, que cursa 5º en la escuela. Su esposo vive y trabaja en Corrientes, y la familia se reencuentra los fines de semana. Como la mayoría de los alumnos llega con lo puesto, la directora debe arreglárselas para darles ropa y calzado durante la semana, al igual que alimentos y útiles escolares. También trata de proveerse de medicamentos, ya que cuando un niño se enferma los padres no lo cuidan, algunos porque viven muy lejos, y otros porque consideran que esa es función de la maestra. Así, Susana oficia de educadora, cocinera, enfermera y madre de los chicos.
Desde hace 6 meses, la docente no se siente tan sola, porque cuenta con la ayuda de la Dra. Bibiana Mónica Ruibal, del Programa de Ayuda a la Comunidad Escolar Rural de OSPRERA, y de Sergio Greniuk, de Gobernador Virasoro. Mediante la colaboración del Transporte de Fernando Narvaja, de la Empresa Las Marías, recibe numerosas donaciones de Graciela, Miguel y otros donantes de la ciudad de Buenos Aires.
Cuando nos despedimos de los niños y de su maestra, en el Día de la Virgen Inmaculada y próximo a la Navidad, advertimos la tristeza que había en sus corazones, pues el viernes 11 de diciembre fue su último día de clase y debían regresar a sus casas. En muchos de los hogares de esos chicos impera el desorden, la falta de alimentos, el maltrato infantil, el trabajo duro en las plantaciones de yerba mate o té, o en los montes hachando eucaliptos. Los alumnos tenían además la incertidumbre acerca de si el año próximo podrían volver a la escuela, ya que con frecuencia sus padres o algún empleador deciden que los niños deben seguir trabajando y abandonar el estudio. Los chicos saben que a muchos los espera un futuro de ignorancia y trabajo en condiciones paupérrimas.
Es por eso que, tras la conformación del nuevo Parlamento, creemos que existe una gran oportunidad para que los legisladores impulsen leyes que fortifiquen a nuestro sistema educativo, permitiendo el sostenimiento de la escuela pública y de los salarios docentes. Es esencial mejorar los edificios escolares, otorgar becas estudiantiles a los alumnos rurales, para disminuir la deserción y el fracaso de los alumnos, e incentivar la inclusión y la retención escolar. Para ciertos sectores sociales, entre los que se cuenta el campo más empobrecido, la escuela es el lugar del asistencialismo y el disciplinamiento social, en detrimento de la función pedagógica. Es preciso recordar que la educación es el basamento de la justicia social, en un país en el que los únicos privilegiados deberían ser los niños. Luchemos porque se cumpla con este ideal, que traerá alegría y esperanza a tantos pequeños desprotegidos.
Sin embargo, nada de prosperidad se respira en la Escuela Albergue, verdadero hogar para los 20 alumnos que todos los lunes llegan a la escuela gracias a un remise que los pasa a buscar por sus casas. El remisero, acompañado por el portero de la escuela, se encarga de trasportar a los chicos prácticamente con lo puesto, dado que en muy raras ocasiones llevan ropa para toda la semana. Los chicos se alojan en la escuela hasta los viernes, cuando regresan a sus casas nuevamente acompañados por el portero.
Algunos niños no se alojan en la escuela, como en el caso de una chiquita de tan sólo 5 años que todos los días recorre en su bicicleta 7 kilómetros de ida y otros 7 de vuelta para asistir a la escuela, algunas veces acompañada por su madre.
La Directora y Maestra es Susana, una docente oriunda de Corrientes que ejerce el cargo hace un año y vive con su hijo, que cursa 5º en la escuela. Su esposo vive y trabaja en Corrientes, y la familia se reencuentra los fines de semana. Como la mayoría de los alumnos llega con lo puesto, la directora debe arreglárselas para darles ropa y calzado durante la semana, al igual que alimentos y útiles escolares. También trata de proveerse de medicamentos, ya que cuando un niño se enferma los padres no lo cuidan, algunos porque viven muy lejos, y otros porque consideran que esa es función de la maestra. Así, Susana oficia de educadora, cocinera, enfermera y madre de los chicos.
Desde hace 6 meses, la docente no se siente tan sola, porque cuenta con la ayuda de la Dra. Bibiana Mónica Ruibal, del Programa de Ayuda a la Comunidad Escolar Rural de OSPRERA, y de Sergio Greniuk, de Gobernador Virasoro. Mediante la colaboración del Transporte de Fernando Narvaja, de la Empresa Las Marías, recibe numerosas donaciones de Graciela, Miguel y otros donantes de la ciudad de Buenos Aires.
Cuando nos despedimos de los niños y de su maestra, en el Día de la Virgen Inmaculada y próximo a la Navidad, advertimos la tristeza que había en sus corazones, pues el viernes 11 de diciembre fue su último día de clase y debían regresar a sus casas. En muchos de los hogares de esos chicos impera el desorden, la falta de alimentos, el maltrato infantil, el trabajo duro en las plantaciones de yerba mate o té, o en los montes hachando eucaliptos. Los alumnos tenían además la incertidumbre acerca de si el año próximo podrían volver a la escuela, ya que con frecuencia sus padres o algún empleador deciden que los niños deben seguir trabajando y abandonar el estudio. Los chicos saben que a muchos los espera un futuro de ignorancia y trabajo en condiciones paupérrimas.
Es por eso que, tras la conformación del nuevo Parlamento, creemos que existe una gran oportunidad para que los legisladores impulsen leyes que fortifiquen a nuestro sistema educativo, permitiendo el sostenimiento de la escuela pública y de los salarios docentes. Es esencial mejorar los edificios escolares, otorgar becas estudiantiles a los alumnos rurales, para disminuir la deserción y el fracaso de los alumnos, e incentivar la inclusión y la retención escolar. Para ciertos sectores sociales, entre los que se cuenta el campo más empobrecido, la escuela es el lugar del asistencialismo y el disciplinamiento social, en detrimento de la función pedagógica. Es preciso recordar que la educación es el basamento de la justicia social, en un país en el que los únicos privilegiados deberían ser los niños. Luchemos porque se cumpla con este ideal, que traerá alegría y esperanza a tantos pequeños desprotegidos.