La lectura puede ayudar a vencer muchas de las barreras que traban el desarrollo de alumnos que viven en zonas rurales del norte, del sur, de la zona cordillerana y del litoral de nuestro país, y a quienes debemos formar como lectores.
“La lectura del universo antecede a la lectura de la palabra”, dice Paulo Freire. Y, luego, cuenta: “El desciframiento de la palabra fluía naturalmente de la lectura, del mundo particular. No era algo que estuviese superpuesto a él. Fui alfabetizado en el suelo del patio de mi casa, a la sombra de los mangos, con palabras de mi mundo y no del mundo adulto de mis padres. El suelo fue mi pizarra, las ramitas, mi tiza…”.
La formación lectora se va constituyendo también a partir de las primeras historias contadas por padres o abuelos con entrañable afecto. Gianni Rodari, en su Gramática de la Fontana, describe en detalle este tipo de experiencias, que forman parte de la intimidad familiar, por lo significativas que son dados los estímulos que generan.
Se habla de difundir el libro y la lectura porque es necesario que los alumnos sean buenos e insaciables lectores para comprender la palabra escrita y el universo que nos rodea. He aquí la capacidad transformadora de la lectura, su poder.
Y se habla de difundir el libro y la lectura, en principio, en la escuela primaria y pública a la que concurren masivamente los chicos, para que haya libros en los rincones más apartados. Hasta en la más distante escuelita posee, a su frente, algún luchador maestro que acerca la palabra escrita a quienes están alejados de cualquier otro medio.
Hay otros ámbitos: talleres, bibliotecas, librerías especializadas y centros culturales, que realizan una valiosísima tarea. Pero allí concurren los que han sido iniciados en el interés y el placer de leer, aquellos que ya han descubierto la lectura. En cambio, para muchos niños y adolescentes rurales, la escuela es donde quizás se encuentren por primera vez con el libro, donde pueden iniciar ese especial intercambio con el texto, e incluso donde se puedan transformar en agentes multiplicadores.
La buena relación con el libro y la lectura, así como los frutos de esta relación, se irán viendo poco a poco. Quizás los primeros pasos puedan ser producidos a través de dibujos o imágenes que los niños rurales pueden realizar basados en la lectura o contando en voz alta un cuento o narraciones.
El “Programa de Ayuda a la Comunidad Escolar Rural” ayuda a iniciar “Bibliotecas escolares” en las escuelas rurales y, en otras bibliotecas que poseen continuidad, ayuda a engrosar o actualizar el acervo bibliográfico. Se fundamenta en la certeza de que “las bibliotecas escolares de las escuelas rurales cumplen una importante función en la educación para salvar al niño y al adolescente, y para salvar la crisis que afecta a la educación, que se encuentra originada por innumerables factores entre los cuales las desigualdades de orden político, social y económico gravitan poderosamente al impedir a todos el acceso igualitario a fuentes de trabajo y cultura.
Lamentablemente, existen causales de discriminación como el racismo, el origen, la condición económica, la situación oficial y el grado de instrucción, según detalla Pierre Juvigny (“Contra las discriminaciones, por la igualdad ante la educación”, Unesco – Lieja, 1962, p. 39).
Ni la automatización ni la electrónica pudieron eliminar el libro como fuente principal para la educación. Por ello, el Programa de Ayuda a la Comunidad Escolar Rural enseña a manejar las bibliotecas y a descubrir y a conocer los verdaderos libros para participar del mundo civilizado como hombres y mujeres, no como individuos.
Es útil reflexionar sobre este pensamiento de Radhakrishnan: “La civilización la llevamos en el alma, en nuestros conceptos morales, ideas, religión y entretenimiento social. No porque tenemos buques de vapor y ferrocarriles y porque usamos el teléfono y la máquina de escribir nos llamamos ‘civilizados’. Un mono, aún cuando esté adiestrado para andar en bicicleta, tener un vaso y fumar en pipa, es siempre un mono”.