El investigador llegó a Rosario un día antes de que se conociera la noticia mundial de la fiebre porcina desatada en su país de residencia y en la misma jornada en que los adolescentes rosarinos festejaban el Día de la Chupina, un fenómeno que desconocía y del que, asegura, le llamó la atención ver “la ciudad tomada por los jóvenes”.
Invitado por la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) / Fundación del Gran Rosario y el Instituto Rosarino de Investigaciones en Ciencias de la Educación (Irice-Conicet), llegó para dictar el Foro pedagógico “Encuentro entre jóvenes y escuela” a estudiantes universitarios y educadores, en la sede de la licenciatura de psicopedagogía que dicta este organismo.
—¿Es posible un encuentro entre los jóvenes y la escuela?
—El debate por el encuentro llega luego de unas investigaciones que hicimos con los jóvenes para conocer las razones que tienen para estar en la escuela. El motivo central que resultó es que todos quieren contar con el certificado de la secundaria. En algunos casos, dependiendo de la clase social que se trate, las razones también son las de superación económica o estudiar una carrera universitaria. Pero la segunda razón más importante que resultó de las entrevistas fue que van a la escuela porque encuentran novios, amigos, lo hacen para divertirse porque se aburren en la casa o en la calle no saben qué hacer. Entonces mostraron un nuevo motivo central: la escuela como espacio juvenil, es decir la escuela es para los chicos un espacio por excelencia para encontrase con el otro.
—¿Y la escuela visualiza ese motivo?
—Creo que nunca lo ha visualizado. Algunas instituciones, desde su diseño arquitectónico, permiten más esos espacios. Por ejemplo, en México hay escuelas preparatorias con jardines y bancos que se reconocen como lugar juvenil y les permiten quedarse allí. Pero también hay técnicas secundarias a las que asisten las clases populares que son puro cemento y los chicos, cuando termina la clase, son rápidamente corridos.
—Creo que nunca lo ha visualizado. Algunas instituciones, desde su diseño arquitectónico, permiten más esos espacios. Por ejemplo, en México hay escuelas preparatorias con jardines y bancos que se reconocen como lugar juvenil y les permiten quedarse allí. Pero también hay técnicas secundarias a las que asisten las clases populares que son puro cemento y los chicos, cuando termina la clase, son rápidamente corridos.
—En los centros urbanos es común que la escuela sea buscada por los chicos para socializarse, pero cuando no se ofrece como tal ¿qué les queda?
—En general, en América latina faltan espacios para los jóvenes. El único otro lugar (en las grandes ciudades) que se ha impuesto es ir a los shoppings, a las tiendas. Hoy está de moda ir a los centros comerciales.
—En general, en América latina faltan espacios para los jóvenes. El único otro lugar (en las grandes ciudades) que se ha impuesto es ir a los shoppings, a las tiendas. Hoy está de moda ir a los centros comerciales.
—O quedar expuestos a los riesgos de reunirse en la calle...
—La escuela es entonces el lugar relativamente más seguro para los jóvenes en este sentido, más que la calle.
—La escuela es entonces el lugar relativamente más seguro para los jóvenes en este sentido, más que la calle.
—Entonces ¿se debería abrir más como espacio juvenil?
—De eso no estoy tan convencido, porque la escuela a la vez no fue creada para eso y no está en su diseño institucional cumplir esa función. Si se piensa en un espacio juvenil organizado por adultos, no siento que la institución escolar sea el mejor. Podría imaginar otros lugares como los clubes, centros sociales, pero como esto no ocurre y no hay alternativas, entonces la escuela sería esa opción.
—De eso no estoy tan convencido, porque la escuela a la vez no fue creada para eso y no está en su diseño institucional cumplir esa función. Si se piensa en un espacio juvenil organizado por adultos, no siento que la institución escolar sea el mejor. Podría imaginar otros lugares como los clubes, centros sociales, pero como esto no ocurre y no hay alternativas, entonces la escuela sería esa opción.
—¿Cómo miran los profesores las discusiones que se dan en el mundo juvenil en torno de la educación, los jóvenes y sus intereses?
—Lo que registran es el escape, que se les van y nos los pueden sostener. Discuten si hay que dar contenidos más cercanos a los jóvenes. En una investigación tuve a una estudiante de maestría de aspecto muy juvenil que se mezcló con un grupo de secundarios como observadora. Tuvimos así un acceso diferente a lo que hablan cuando están en grupos y vivimos que el mejor momento que encuentran es cuando están en la clase, sobre todo de lectura y redacción. Es cuando más discuten de todo, de una fiesta, de homosexualidad, de unos y otros. Los jóvenes van a buscar siempre intersticios como sea para encontrarse.
—Lo que registran es el escape, que se les van y nos los pueden sostener. Discuten si hay que dar contenidos más cercanos a los jóvenes. En una investigación tuve a una estudiante de maestría de aspecto muy juvenil que se mezcló con un grupo de secundarios como observadora. Tuvimos así un acceso diferente a lo que hablan cuando están en grupos y vivimos que el mejor momento que encuentran es cuando están en la clase, sobre todo de lectura y redacción. Es cuando más discuten de todo, de una fiesta, de homosexualidad, de unos y otros. Los jóvenes van a buscar siempre intersticios como sea para encontrarse.
—¿Los jóvenes tienen voz dentro de la escuela?
—No he estudiado mucho este tema aún. Más bien la impresión que me queda es que viven como una doble vida: así como son capaces de escuchar música y hacer la tarea al mismo tiempo, son capaces de escuchar al profesor y hacer su vida juvenil al lado. Y esto para nada en una actitud retadora.
—No he estudiado mucho este tema aún. Más bien la impresión que me queda es que viven como una doble vida: así como son capaces de escuchar música y hacer la tarea al mismo tiempo, son capaces de escuchar al profesor y hacer su vida juvenil al lado. Y esto para nada en una actitud retadora.
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