MARIO TECHERA, 14 AÑOS
Le apasiona criarlos. Pero no dudó en desprenderse de ellos para comprar útiles.
Por: Mariana Iglesia - Clarin
Los ojos de Mario se encienden cuando habla de sus patos. Los cría él. Son su entretenimiento, su pasión. Igual, no dudó en vender a sus patitos cuando estuvo en un gran apuro: empezaban las clases, no tenía útiles ni zapatillas, y quería estudiar. Vendió 15 de sus 16 patos. Le dieron 150 pesos. Compró todo lo que necesitaba.
Empezó a estudiar. Ahí no más, y al tanto de la situación, una fundación decidió darle una beca que lo acompañará durante todo el secundario. Mario Techera tiene 14 años y un montón de justificativos para dejarse estar. Vive en Berazategui, en una zona que llaman barrio Bustillo, pero sólo por llamarla, porque en realidad es una de esas tantas villas que inundan el conurbano. Su mamá, un día se fue. Y él ahora vive con Marcelo, su hermano de 18 años que sufre un severo retraso mental, y su papá, el gran Vilmar. Hasta hace unos días, el hombre de 73 años cartoneaba, pero a fuerza de balas (muestra las marcas en su cuerpo) le quitaron su chango y su caballo. Así que ahora nada de nada. Sólo su pensión. A Mario no le gusta cartonear.
Nunca quiso acompañar a su papá. "Y yo no lo obligo. Está para otras cosas. Quiero que estudie", dice Vilmar. Y Mario estudia. Gracias a sus patos primero y a la beca después, el chico va a la escuela. Le gusta Lengua porque le gusta leer y escribir. Le gusta gimnasia, porque es ágil y se reconoce deportista. O tal vez sólo futbolista. Muere por River, pero también juega en el Club Juventud Unida y parece que es un gran defensor.
Le cuesta Matemática. Mucho, como a tantos. Pero para eso está Mariana, una de las profesionales de la Fundación Cimientos que va a la escuela a dar apoyo como par te de este Programa de Retención y Reingreso (ver..). La beca es de 135 pesos por mes y él puede gastarla en lo que necesite para estudiar, sobre todo, útiles.
"Cuando me ve ajustado, Mario me quiere dar plata", confiesa el papá. Pero esa plata no se toca: "Es de los estudios. No se usa para nada más". O a veces sí. Con la primera beca se compró una pata para que hiciera pareja con el único pato que se había guardado. Enseguida se reprodujeron. El también cría gallinas y conejos.
Difícil vislumbrar un futuro siquiera en ciertas circunstancias. Mario lo puede ver, o al menos se permite soñar. Y sí, le gustaría ir a la universidad para ser veterinario y tener su propia veterinaria. Por ahora sus animales corren alrededor de la casilla de material que lo vio nacer y que está a siete cuadras de la escuela N° 37 a la qque va todas las mañanas. "Vale la pena hacer el esfuerzo –dice Mario tímidamente–. La escuela es la única que puede ayudar a tener un trabajo".