Raquel San Martín
LA NACION
Esa puede ser la foto de muchas escuelas rurales de las provincias del norte argentino, dispersas en parajes alejados de los centros urbanos y afectadas por la pobreza creciente, frente a la cual los maestros se sienten cada vez más impotentes.
Mientras en casi todas las escuelas rurales del Norte hay comedor, un alto porcentaje de los maestros (el 61% en el Nordeste y el 51% en el Noroeste) cree que sus alumnos dejarían de ir a la escuela si no fuera por la comida que se les ofrece. En casi la mitad de las escuelas (el 54% en el Nordeste y el 37% en el Noroeste), el comedor está a cargo de los maestros. En el 65% de las escuelas del Nordeste y el 74% de las del Noroeste, el director también tiene un grado a cargo. En la mitad, no hay computadoras; es escasa la formación en oficios y la escuela secundaria más cercana puede estar hasta 300 kilómetros de distancia.
Los datos provienen de un relevamiento que realizó la Red de Comunidades Rurales entre directivos y docentes de las zonas rurales del Noroeste (Catamarca, Jujuy, La Rioja, Salta, Santiago del Estero y Tucumán) y del Nordeste (Chaco, Corrientes, Formosa y Misiones), durante 2008.
Con la asistencia de la Fundación Andreani, y la ayuda de líderes locales, padrinos de escuelas y otras ONG, se enviaron encuestas a más de 2500 escuelas de esas zonas y se recibieron 405 respuestas efectivas. Si bien los datos no permiten hacer generalizaciones, sí abren un panorama preocupante del estado en que los chicos más desfavorecidos acceden a sus desiguales oportunidades.
"La educación rural es víctima de un olvido total en muchos lugares y también hay poca información sobre las condiciones de vida en el ámbito rural", dijo a La Nacion Patricio Sutton, fundador y director ejecutivo de la Red de Comunidades Rurales, que desde hace seis años trabaja en esas zonas del país relevando información con los aportes de las comunidades y otras ONG. Actualmente, están relevando las escuelas de Cuyo, Patagonia y zona pampeana, cuyos resultados esperan tener listos para fines de este año.
En la Argentina, hay unas 12.000 escuelas rurales y el 30% de ellas cuenta con un solo maestro. En el norte del país, el 72% de las escuelas son rurales.
Exclusión social
"Nuestra percepción es de una exclusión social gigantesca", dijo Sutton, y llamó la atención sobre la similitud de resultados en el Noroeste (NOA) y el Nordeste (NEA).
En ambas regiones, el trabajo efectivo en el aula es de unas tres horas y media por día, cuando la ley vigente habla de impulsar la doble jornada como base.
A pesar del énfasis puesto en que los chicos completen la primaria, hay pocos incentivos para hacerlo: el promedio de la distancia hasta la secundaria más cercana en el NEA es de 19 kilómetros, pero hay chicos que pueden tener que viajar hasta 300. En el NOA, el promedio es de 32 kilómetros, con extremos en 140.
Para el 51% de los docentes del NOA, las oportunidades de capacitación son "muy pocas" y "algunas" para el 45% de los del NEA. Muchos señalan el hecho de que ellos mismos deben costear los cursos como una limitación. La cantidad de días efectivos de clase por mes varía desde 12 hasta 25. Las razones son diversas: factores climáticos, trámites, conflictos gremiales, problemas de transporte. Las causas del ausentismo de los chicos incluyen el trabajo en el campo, el desinterés familiar, falta de calzado y de movilidad, y problemas de salud.
Más de la mitad de las escuelas del NOA y el 30% de las del NEA no tienen ninguna computadora y el 28% y el 30% respectivamente tienen sólo una. "Hay falta de acceso a la educación y a la salud. Los pobladores rurales se sienten desprotegidos; no hay formación laboral ni educación para adultos", dijo Sutton, y contó que los usuales pedidos de útiles y libros de las escuelas se están transformando: "Hay muchas que nos piden que, aunque sea, les mandemos comida".
"Parecen nuestras antiguas chozas"
"Un grupo de caciques de comunidades wichis en Ramón Lista, Formosa, a más de 600 km de la capital provincial, decidió dejar de mandar a los chicos a seis escuelas de la zona. "Parecen nuestras antiguas chozas. No tenemos bancos ni baños ni agua; las chapas están con agujeros y llueve", dijeron.