Un informe revela el preocupante estado de pobreza y aislamiento de las escuelas rurales que no pueden cumplir con su función:
Hace una semana, este diario publicaba una extensa nota sobre las escuelas rurales argentinas, tan olvidadas como sus alumnos y las respectivas comunidades. Basta repetir aquí una cita del artículo mencionado: "Un grupo de caciques de comunidades wichis en Ramón Lista, Formosa, a más de 600 km de la capital provincial, decidió dejar de mandar a los chicos a las seis escuelas de la zona. «Parecen nuestras antiguas chozas; no tenemos bancos ni baños ni agua, las chapas están con agujeros, y llueve», dijeron".
Este ejemplo es más que suficiente para que la sociedad argentina comprenda hasta qué punto las escuelas rurales, la mayoría del norte del país, deberían ser conocidas hoy más como "escuelas rancho". Están aisladas, con graves problemas de infraestructura y más cerca de servir sólo como comedores que para impartir enseñanza a los futuros ciudadanos, y los maestros se sienten cada vez más impotentes ante la pobreza que crece sin pausa.
Los datos apuntados y muchos otros más provienen del relevamiento hecho por la Red de Comunidades Rurales, la organización social que articula esfuerzos y moviliza recursos para acompañar el desarrollo de los pobladores rurales. El informe se realizó entre directivos y docentes de las zonas rurales del Noroeste (Catamarca, Jujuy, La Rioja, Salta, Santiago del Estero y Tucumán) y del Nordeste (Chaco, Corrientes, Formosa y Misiones) durante 2008.
De acuerdo con el relevamiento, en varias provincias argentinas muchas escuelas rurales no reúnen las condiciones mínimas para funcionar como verdaderos establecimientos educativos. Hay incluso escuelas rancho igual o más pobres que hace casi un siglo, y nueve de cada diez chicos en cientos de comunidades no pueden continuar sus estudios secundarios.
Aproximadamente 4000 escuelas rurales cuentan con un solo maestro. El promedio efectivo de clase en una jornada escolar a duras penas llega a las tres horas y media, cuando la ley vigente habla de impulsar la doble jornada como base. En cientos de escuelas no hay agua o electricidad en forma permanente, y en muchísimas el agua no es apta para el consumo humano.
La escasez de alimentos es habitual, en especial los necesarios para una nutrición adecuada durante los primeros años de desarrollo de los niños. Son importantes causas de deserción escolar los caminos intransitables, y la falta de calzado o movilidad.
Estos y otros datos de una realidad rural poco visible son la contracara de un proceso de construcción colectiva impulsada por la Red: los Mapas de Recursos para el Desarrollo Rural. Una iniciativa de pequeño presupuesto pero alto potencial que, mediante el acceso libre y gratuito a través de Internet, comenzará a hacer visibles y ubicable en nuestro territorio nacional tanto los problemas y desafíos como los recursos humanos y económicos que desde distintos sectores deben o pueden aportar soluciones para mejorar las condiciones de vida de más de 1.400.000 pobladores rurales en situación de extrema pobreza.
Los conflictos con el campo, las sequías o inundaciones pueden ser recurrentes, pero la pobreza y exclusión social en el ámbito rural ya son crónicas y profundamente graves. Las escuelas rancho simbolizan el olvido y desatención hacia la población rural. Sin embargo, existen recursos económicos suficientes para transformarlas en centros comunitarios educativos, en espacios abiertos para que niños, jóvenes y también adultos puedan adquirir las herramientas fundamentales para su desarrollo. Todos tenemos los mismos derechos pero no las mismas oportunidades. La Justicia debe ser ejercitada con acciones más que con palabras. Es una obligación para quienes han sido elegidos para gobernar y una responsabilidad moral para el conjunto de nuestra sociedad.
Fuente: Diario La Nación del domingo 12 de Abril de 2009
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